Cómo es que la vida puede cambiar tan repentinamente, sin darnos un aviso, sin dar muestra de cuan drástico será todo?
Un día estas feliz, o por lo menos, todo lo feliz que se puede estar cuando se vive en medio de un constante problema; y al día siguiente, todo explota, toda esa felicidad se evapora, dándole paso a una nueva etapa de dolor, de colores grises, a una atmósfera de constante tensión, de malas vibraciones y de enojo que choca contra el alma de uno, sumiéndolo de nuevo en la desesperación.
Un día estas feliz, o por lo menos, todo lo feliz que se puede estar cuando se vive en medio de un constante problema; y al día siguiente, todo explota, toda esa felicidad se evapora, dándole paso a una nueva etapa de dolor, de colores grises, a una atmósfera de constante tensión, de malas vibraciones y de enojo que choca contra el alma de uno, sumiéndolo de nuevo en la desesperación.
Es así de impredecible la vida, así de variada, con tantos matices, demasiados para mi gusto la verdad… Hace que uno no pueda estar seguro de cuanto durara la felicidad hasta que un nuevo problema se imponga. Hace que uno valore más que nunca esos momentos de respiro, esas etapas de liviandad, donde uno puede sentirse entero, donde puede recordar como es vivir, como es ocuparse de las cosas cotidianas. Porque esos momentos son tan efímeros. Se nos escapan de las manos sin que podamos traerlos de vuelta, huyen de nosotros como un ratón de un gato, abandonándonos una y otra vez, abriendo nuevamente ese agujero en el interior que se había cerrado con ayuda de los buenos momentos y de las cosas cotidianas de la vida.
Y es que uno no valora estos momentos de tristeza, de desazón porque, quien podría valorarlos? Estoy segura de que un esqueleto nos diría “yo hasta esos momentos valoraría, porque ya nada tengo”. Y es que el ser humano es así, no valora lo que tiene hasta que lo ve perdido, incluso las cosas malas, aquellas que nos imponen obstáculos para que los superemos. Si la vida estuviera falta de ellos, que emoción tendría? Qué dificultad encontraríamos en vivirla? Seria un camino sin sobresaltos, un camino monótono. Pero cuando nos topamos con un obstáculo, no pensamos en que nos hará mejores, en que nos prueba porque quiere que sigamos avanzando.
Nos frenamos, nos dejamos aplastar por esa roca, y nos convencemos de que nunca seremos capaces de cruzarla. Logramos desanimarnos, cuando más que nunca deberíamos encontrar la fuerza para superarlo.
Nos frenamos, nos dejamos aplastar por esa roca, y nos convencemos de que nunca seremos capaces de cruzarla. Logramos desanimarnos, cuando más que nunca deberíamos encontrar la fuerza para superarlo.
Es sólo que a veces la fuerza no se obtiene de cualquier lado, y tardamos en juntarla para salir de la tristeza. Y cuando la juntamos, a veces ya es demasiado tarde. Pero no hay que rendirse sin intentarlo, no hay que bajar los brazos… nunca.